—No puedo creer que lo hiciera —exclamó
Hong Ki paseando furiosamente de un lado a otro de la suite del hotel—. No
podía creer que era él el que estaba en el escenario contigo cuando volví del
vestuario con la guitarra. ¡Canalla arrogante!
Y sacudió la cabeza, como si todavía
no pudiera asimilar lo que había visto.
Shin Hye podía comprender
perfectamente su enfado e incredulidad. Estaba segura de que muchas de las
personas que habían estado en la sala aquella noche todavía estaban
sorprendidos de haber visto a Yong Hwa .
¡Igual que ella!
Al regresar al hotel, todo parecía un
sueño. Shin Hye había escapado del escenario al término de «su canción» y sólo
había mirado atrás una vez para ver que Yong Hwa no estaba teniendo la misma
suerte que ella para salir. El público quería más y se negaba a dejarle
marchar. Y con razón: Yong Hwa era, y siempre lo había sido, un fenómeno.
Durante los últimos tres años, se había convertido en un artista muy solicitado
en todo el mundo. El público de aquella noche se había dado más que cuenta de
lo privilegiado que era por oírle cantar de forma tan inesperada.
Pero Shin Hye todavía estaba temblando
por la manera tan despótica con la que se había reunido con ella en el
escenario. Aunque Yong Hwa siempre había sido el hombre más arrogante que había
conocido. Nunca creía que las normas eran aplicables a él y vivía la vida según
su propio código de conducta… distinto al de cualquier otra persona. Cuando Shin
Hye lo conoció, creyó que su arrogancia era seguridad en sí mismo y se había
sentido protegida… Sólo un tiempo después había aprendido, a pesar suyo, lo
equivocada que estaba…
—A echado a perder tu regreso al
escenario, maldita sea —continuó Hong Ki furiosamente—. Ibas a hacerlo tú sola
y ahora aasshh…
—Lo hecho, hecho está, Hong Ki —dijo Shin
Hye desde uno de los sillones. Estaba agotada, sobre todo por el trauma
emocional sufrido aquella noche—. No hay nada que podamos hacer para cambiarlo —añadió
con voz cansina, consciente de que el festival de música se había convertido en
un fracaso en lo referente a su reaparición en el mundo de la música.
Lo habían planeado todo con tanto
cuidado, tomándose tanto tiempo: el festival de música aquel fin de semana, un
par más de actuaciones discretas programadas para el mes siguiente… una lenta
reintroducción en el mundo que más amaba. Pero si la prensa se enteraba de la
actuación con Yong Hwa aquella noche…
—No puedo actuar mañana, Hong Ki —le dijo.
Hong Ki se paró en seco y la miró
desde el otro extremo de la habitación.
—Debes hacerlo, Shin Hye —dijo con el
ceño fruncido—. Ya se han comprado las entradas y la gente espera oírte.
Hong Ki era otro que pensaba que al
público había que darle lo que quería. Shin Hye sacudió la cabeza y una sonrisa
de pesar asomó a sus labios.
—También esperarán oír a Yong Hwa —señaló
con un sonoro suspiro—Y se llevarán una decepción —añadió con aire resuelto. De
ninguna manera iba a actuar al día siguiente y permitir que Yong Hwa le hiciera
lo mismo que aquella noche— He…
Se interrumpió al oír un golpe firme
en la puerta de la suite y se quedó mirando boquiabierta en aquella dirección.
No le costó adivinar quién estaba en el pasillo. Yong Hwa había conseguido encontrarla,
finalmente.
—Es Yong Hwa —le dijo a Hong Ki con
certeza, poniéndose en pie bruscamente—No quiero verlo, Hong Ki.
Los labios de Hong Ki reflejaban su
ira y sus ojos echaban chispas al volverse hacia la puerta.
—¡Pero yo sí! —masculló—. Yo…
—Entonces, ve a verlo —lo despachó Shin
Hye con agitación al oír un nuevo golpe—Me voy a mi habitación —dijo girando
sobre sus talones.
—Esto tenía que ocurrir algún día, Shin
Hye —la llamó Hong Ki en voz baja—¿No es mejor acabar con él de una vez?
¿Hablar con Yong Hwa? ¿Volver a estar
junto a él? ¿Sentir la fuerza de su personalidad? ¿Saber que lo había amado con
locura? Hasta que destruyó ese amor tan insensiblemente como habría matado a un
mosquito, cuando ya no le hacía falta.
—¡No! —le dijo a Hong Ki con un
estremecimiento revulsivo—. No es mejor «acabar con él de una vez». Acabé con Yong
Hwa hace mucho tiempo, le dije todo lo que necesitaba decirle entonces. No
tengo motivos para volverlo a ver.
Salió con paso resuelto de la sala sin
querer atender más razones, cerró la puerta de su habitación y se dejó caer
sobre la cama, porque le temblaban demasiado las piernas como para poder
mantenerse en pie.
Habían sido la pareja ideal, tanto en
el escenario como fuera de él. Todo el mundo lo decía. El amor que habían
compartido hacía más profunda su actuación cuando cantaban juntos. Hasta que la
tragedia acaeció inesperadamente y Shin Hye ya no pudo cantar al lado de Yong
Hwa. Había sido entonces, al sentirse sumida en la desesperación, cuando se dio
cuenta de lo endeble que era el amor que Yong Hwa le profesaba.
Podía oír el murmullo de voces en la
habitación de al lado y supo que todo lo que Hong Ki le había dicho a Yong Hwa
al abrirle la puerta no había bastado para disuadirlo de entrar. Tampoco
esperaba que lo hubiera hecho. Yong Hwa ya era arrogante hacía tres años, su
éxito en solitario desde entonces sólo podía haber incrementado su arrogancia.
La voz de Hong Ki se elevaba iracunda
y Shin Hye se acobardó al oír la lenta frialdad con la que Yong Hwa replicaba.
Siempre había sido capaz de hacer trizas a una persona con aquel gélido control
y, por muy furioso que estuviera Hong Ki y por muy justificado que fuera su
enfado, Shin Hye sabía que no era rival para la fría determinación de Yong Hwa.
—Te he dicho, Yong Hwa…
—Me importa un bledo lo que me hayas
dicho —replicó Yong Hwa con aspereza—Pretendo ver a Shin Hye antes de irme. —Y
mientras hacía aquella última afirmación, abrió la puerta del dormitorio de par
en par y Yong Hwa invadió el umbral con su metro ochenta de estatura— Bonita
habitación —le dijo a Shin Hye en tono de burla, como si no hubieran pasado
siglos desde la última vez que habían hablado, y sus gélidos ojos se
enfrentaron a la mirada rebelde de Shin Hye—. Seguro que aquí están muy
cómodos. Siempre te gustaron las comodidades, ¿verdad, Shin Hye? Y una cama
grande y confortable era una de ellas —dijo indicándole con la mirada la cama
de matrimonio en la que seguía sentada.
Shin Hye se quedó sin aliento ante su
tono ofensivo y en la sala de estar pudo ver que Hong Ki cerraba los puños.
Sabía que su genio volátil estaba a punto de estallar. Inspiró profundamente y
se puso en pie, sintiéndose en desventaja sentada sobre la cama. Aunque
poniéndose de pie no conseguía mucho. Yong Hwa tenía la habilidad de hacerle
sentirse como una niña disfrazada de mujer; su altura y virilidad siempre
ponían de manifiesto la delicada figura de Shin Hye.
—Qué razón tienes —le dijo, pareciendo
mucho más serena de lo que se sentía—Pero no paso por tener a dos hombres en mi
cuarto al mismo tiempo. ¿Vamos a la sala de estar? —les dijo a los dos
acercándose a la puerta.
Yong Hwa se encogió de hombros.
—A mí me parece bien que tengamos ahí
nuestra conversación —replicó torciendo los labios con ironía—Era tu novio el
que no quería —añadió, y miró a Hong Ki por encima del hombro al pasar a su
lado, a pesar del metro setenta de estatura del joven.
Shin Hye entró lentamente en la sala
de estar, consciente de la presencia de los dos hombres a sus espaldas. Eran
tan diferentes, casi opuestos. Hong Ki era simpático, de trato agradable, poco
exigente, mientras que Yong Hwa, que le llevaba tres años, había sido todo lo
contrario. Era el hombre más exigente que había conocido.
—Tienes buen aspecto, Shin Hye —le
dijo Yong Hwa con suavidad una vez que estuvieron todos reunidos en la sala.
Shin Hye se sentó en uno de los
sillones, más cansada por la tensión de aquella noche de lo que quería
reconocer. Se sentó en el borde, incapaz de relajarse, y dejo caer su pelo por
delante de los hombros.
—¿Qué aspecto querías que tuviera, Yong
Hwa? —replicó con ironía, y sus ojos marrones chocaron con la mirada gélida de él—.
¿Destrozada y hundida?
Como sin duda lo había estado el día
en que la había dejado hacía tres años.
Los labios de Yong Hwa se pusieron
tensos.
—No, yo…
—Como puedes ver, Yong Hwa —lo
interrumpió Hong Ki—. Shin Hye se encuentra bien y feliz… ¡y arreglándoselas
perfectamente sin ti! —añadió en tono desafiante.
Unos ojos glaciales se volvieron hacia
él.
—Cuando quiera tu opinión, querido
primo —dijo pronunciando las dos últimas palabras en tono ofensivo—, te la
pediré. En este momento, estoy hablando con Shin Hye.
Primo. Sí, los dos hombres eran primos.
Era difícil creer que pudieran estar emparentados, sus madres habían sido
hermanas, pero había sido a través de la amistad que mantenía con Hong Ki que
había conocido a Yong Hwa. Fue en una
boda familiar, Yong Hwa se había levantado para cantar durante el banquete y Hong
Ki, que había invitado a Shin Hye a ir con él, la había animado a unirse a su
voz. Incluso entonces, aunque su actuación había sido del todo improvisada, se
hizo evidente que había algo mágico cuando cantaban juntos.
Yong Hwa había asistido a la boda con
su novia de siempre, Jane. Pero algo había ocurrido entre los dos aquel día y
cuando Yong Hwa, después de pedirle su número a Hong Ki, la telefoneó un par de
días más tarde y le sugirió que mirasen varias canciones para cantarlas juntos
en público en el futuro, Shin Hye no tuvo ninguna duda en hacerlo y quedo con él.
Ojalá la hubiera tenido y hubiera sabido el intenso dolor que le causaría.
—Como Hong Ki ya te ha dicho —le
contestó Shin Hye con firmeza—Me encuentro muy bien, gracias.
Los labios de Yong Hwa volvieron a
torcerse ante la formalidad de su tono.
—Me alegra saberlo —repuso con
sarcasmo.
—¿De verdad? —inquirió Shin Hye,
echando la cabeza hacia atrás con desafío.
Yong Hwa contrajo la mandíbula, una
señal de que su furia se acrecentaba.
—¿Qué clase de pregunta es ésa? Claro
que me alegro de que estés bien otra vez.
—Creo que el escepticismo de Shin Hye
tiene razón de ser —se burló Hong Ki—. No te has desvivido por ella
precisamente durante los últimos tres años.
—¿Y qué sabes tú de lo que yo he
estado haciendo? —masculló en tono acusador—Pareces haber estado bastante
ocupado durante ese tiempo seduciendo a Shin Hye.
—Hong Ki, no —exclamó Shin Hye antes
de cruzar a toda prisa la habitación para evitar que le diera un puñetazo. Lo
contuvo con una mano puesta sobre su brazo—. No lo merece, Hong Ki —le dijo
pausadamente, imponiéndose a él con la mirada—. Nunca ha merecido la pena.
Había tardado tiempo en reconocerlo…
semanas, meses de dolor y desilusión antes de darse cuenta de que, después de
dos años viviendo para y con Yong Hwa,
no estaba a su lado, ni física ni emocionalmente. Que tal vez nunca lo
hubiera estado. Se dice que uno no sabe cuánto ama a una persona hasta que no
se enfrenta a la adversidad. Yong Hwa le había dado la espalda y se había ido
la primera vez que su relación topaba con un serio obstáculo.
Se volvió para mirarlo mientras
permanecía de pie delante de Hong Ki.
—Nuestra relación no es asunto tuyo, Yong
Hwa. Nada de lo que ha pasado en mi vida durante los últimos tres años lo es —le
dijo con determinación.
—He estado esperando todo ese tiempo a
oír el anuncio de su boda —dijo con una mueca irónica mientras los miraba
fríamente—. ¿O te dio miedo por segunda vez, Hong Ki?
Una vez más, Shin Hye puso una mano
sobre el hombro de Hong Ki para contenerlo. A Yong Hwa siempre le había gustado
hostigar al joven. La amistad que Shin Hye había tenido con su primo antes de
conocerlo había sido un asunto espinoso, aunque era a Yong Hwa al que había
amado. Era cierto que, de no haberlo conocido, tal vez algún día se habría
casado con Hong Ki. Pero lo había conocido y la cuestión de una boda entre Hong
Ki y ella era ridícula. Yong Hwa debía de saberlo. Sólo estaba jugando, como
siempre… pero Shin Hye, por una vez, no quería jugar.
—Hong Ki y yo no necesitamos casarnos
para consolidar nuestra relación —le contestó Shin Hye—. Sabemos lo que sentimos
el uno por el otro —añadió, y sintió que Hong Ki se relajaba un poco.
—Igual que todo el mundo, cuando ven
que se alojan juntos abiertamente —dijo Yong Hwa con desaprobación y miró a su
alrededor.
—¿Indignación moral, Yong Hwa? —le
echó en cara Hong Ki, que ya había recuperado el dominio de sí mismo. Le
estrechó la mano a Shin Hye en señal de agradecimiento antes de apartarse un
poco de ella—. Eso resulta gracioso, viniendo de ti.
Ni Hong Ki ni ella, estaba segura,
tenían intención de decirle a Yong Hwa que aquella suite tenía dos
habitaciones, una para Hong Ki y otra para ella. Si prefería creer que
compartían el dormitorio del que acababan de salir, era su problema. Sólo los
juzgaba de acuerdo con su propia moral retorcida…
—No he venido para hablar con este
mico —dijo con aversión mirando a Shin Hye con expresión sombría—. Estuve
hablando con los organizadores del festival después de que te fuiste. Estaban
muy contentos por cómo habían ido las cosas esta noche.
—No tenías derecho a hablar con ningún…
—Estoy segura de que lo estaban —interrumpió
Shin Hye a Hong Ki, mirando a Yong Hwa airadamente.
—Les gustaría que repitiéramos la actuación mañana por la
noche.
—No —le dijo Shin Hye sin más
aspavientos, habiendo adivinado lo que iba a decir. Los responsables del
festival habrían sido muy tontos si no hubieran intentado sacar provecho del
hecho de que Yong Hwa quería actuar—En
primer lugar, estoy segura de que una celebridad de fama mundial como tú debe
de tener un compromiso más apremiante…
—Ninguno que yo recuerde.
—Y en segundo lugar —continuó como si
no la hubiera interrumpido—Ahora canto en solitario yo también. O los
organizadores lo aceptan y salgo sola al escenario mañana, o no actúo.
—Eres mejor de lo que nunca fuiste —repuso
Yong Hwa con ironía—Así que estoy seguro de que lo aceptarán.
—Entonces no hay ningún problema, ¿no?
Le brindó una sonrisa inexpresiva,
inmune como era a sus halagos, ya que sabía que se lo decía desde un punto de
vista meramente profesional. Ése era un terreno en el que Yong Hwa siempre
había sido objetivo. Como Shin Hye sabía tan bien.
—El problema —dijo encogiéndose de
hombros—es que siempre hemos sido mejores cantando juntos que en solitario.
—¡Un poco tarde para que te hayas dado
cuenta! —exclamó Shin Hye, inspirando bruscamente.
—Siempre lo he sabido, Shin Hye —le
dijo con suavidad—Sólo que hace tres años había compromisos que no eras capaz
de cumplir…
—¡Sabes perfectamente por qué no era
capaz de cumplirlos! —explotó Hong Ki—Dios santo, Shin Hye…
—Eso es agua pasada, Hong Ki —lo
interrumpió Shin Hye con voz firme, aunque un poco más aguda de lo que hubiera
deseado. Pero hablar del pasado todavía le dolía y no podía discutir de ello
con objetividad—. Ahora ya no tiene importancia. Es evidente que tenemos vidas completamente
separadas y quiero que continúen de esa manera.
No tenía ilusiones en lo referente a Yong
Hwa. Conocerlo no había hecho más que causarle un profundo dolor y no quería
estar nuevamente implicada con él en nada.
—Musicalmente…
—Musicalmente también —lo interrumpió—Es
tarde, Yong Hwa. Ha sido un día muy largo y me gustaría dormir un poco.
Yong Hwa no hizo ademán de irse.
—¿Te das cuenta de las repercusiones
de nuestra actuación de esta noche?
No era tan ingenua como para no
comprender que su actuación conjunta levantaría especulaciones sobre una nueva
fusión de talentos, pero no quería hablar de ello en presencia de Yong Hwa.
—Creo que la única repercusión que
tendrá es que el público verá que Shin Hye y Yong Hwa vuelven a ser amigos, al menos públicamente, a
pesar de todo lo que se ha especulado en la prensa —dijo Hong Ki, e hizo una
mueca—. En privado, claro está, es todo lo contrario. No creo que lo de esta
noche te haga mucho perjuicio, cariño —le dijo a Shin Hye para tranquilizarla.
—Eres tonto, Hong Ki —replicó Yong Hwa
fríamente
—Vete de aquí, Yong Hwa —le espetó Hong
Ki.
—No…
—¿No te das cuenta de que Shin Hye ya
ha tenido bastante? —insistió el joven.
Shin Hye sintió los ojos de Yong Hwa
puestos sobre ella. No tenía que mirarlo para saber que la escrutaba. Y sabía
lo que estaba viendo, una cara pálida, de un blanco casi etéreo, unos ojos aún
más oscuros. Nunca había sido muy fuerte antes de su convalecencia, pero
después su salud había sido siempre delicada.
—Tienes razón —reconoció Yong Hwa
finalmente, aunque a regañadientes—Volveré mañana, para desayunar, y así
podremos hablar…
—¡No! —exclamó. Ya había tenido bastante como para que les diera órdenes sobre lo que
iban o no iban a hacer—Ya te lo he dicho, Yong Hwa. No tenemos nada más que
decirnos. No quiero que vuelvas mañana, ni ningún otro día. Ahora, si me disculpas, estoy cansada y me voy a acostar —anunció Shin Hye. No esperó sus respuestas, giró bruscamente
sobre sus talones y regresó a su habitación, cerrando la puerta tras ella.
Aún no estoy ni a la mitad, y ya estoy empezando a odiar a YH 7.7,
ResponderEliminaraigoo! Quiero saber que fue lo que pasó :o,
Ya sube plisss el proximo capitulo, estoy con ganas de verlo yaaa
ResponderEliminarMe encanto ^^ muchas gracias por subirlo =] porfavor continúa subiendo más fanfiction :3
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