—¡Estuviste fantástica, Shin Hye!
Realmente fantástica —dijo Hong Ki entusiasmado y con una mirada radiante—. Me…
—Yong Hwa está aquí —Shin Hye lo
interrumpió mientras le pasaba automáticamente la guitarra para que la metiera
en el estuche, poniendo así fin a su exuberante entusiasmo. Hong Ki se detuvo a
mitad de la acción frunciendo el ceño sombríamente.
—¿Yong Hwa…? —repitió con
incredulidad.
—¿Podemos irnos ya? —dijo Shin Hye con
agitación y sacudió hacia atrás el largo mechón liso que había caído sobre su hombro.
—Pero…
—¡Ahora mismo, Hong Ki! —insistió con
firmeza. Cerró el estuche de golpe y lo asió para disponerse a salir de la
habitación a la que se había retirado después de dejar el escenario segundos
antes.
Hong Ki siguió paralizado, consciente
de la tensión a la que había estado sometida aquella noche.
—Comprendo cómo te sientes, Shin Hye —le
dijo estrujándole el brazo—. Pero es imposible que Yong Hwa esté aquí…
—¡Te digo que está! —le espetó Shin
Hye con los dientes apretados, y con una mirada intensa reflejando lo cerca que
estaba de venirse abajo. De hecho, si no salían de aquel club en seguida, se
pondría a gritar. Yong Hwa estaba allí, en alguna parte, y era la última
persona a la que quería ver precisamente aquella noche—. Sé lo poco probable
que es —reconoció penosamente—, lo absurdo que parece. Pero, créeme, está aquí.
También a ella le había costado
creerlo al principio. Después de todo, Yong Hwa siempre había estado con ella
cuando cantaba. Y en realidad, le había parecido extraño al principio de la
velada que no estuviese cerca. Pero estaba equivocada. Estaba allí, y se había
convencido de ello a medida que los minutos pasaban. Apenas había sido capaz de
contener el pánico para poder terminar la actuación y estaba desesperada por
irse, no quería encontrárselo. Saber que estaba allí era suficiente…
Hong Ki volvió a fruncir el ceño.
—Pero escucha al público, Shin Hye —el
aplauso podía oírse desde la habitación adyacente al escenario—. Quieren que
vuelvas.
El público, que al principio le había
dado la bienvenida, se había vuelto eufórico, y la llamaba por su nombre,
pidiendo que volviera y cantase otra
canción. Pero no podía hacerlo. No cuando estaba convencida de que Yong Hwa
estaba entre ellos.
Sacudió la cabeza y su rostro pequeño
parecía pálido como el alabastro sobre el marco oscuro de su pelo.
—Tal vez mañana, Hong Ki —lo despachó
bruscamente—. Ya he tenido bastante por una noche.
Había sido duro para ella volver a un
escenario después de tanto tiempo. Por esa razón, habían elegido aquel local en
lugar de una gran sala de conciertos: un festival de música en uno de los distritos de Incheon, en el que su nombre se perdería en la lista de todos los
demás artistas que actuaban en aquellos tres días. Las salas de actuaciones
eran informales: clubs, pubs, salones, y varios conciertos tenían lugar
simultáneamente. Era el lugar idóneo para que Shin Hye hiciera su reaparición.
Al menos lo habría sido si no hubiera estado convencida de que Yong Hwa era uno
de los espectadores y la estaba observando.
Hong Ki estudió su rostro con atención
y pudo reconocer las señales de tensión alrededor de sus ojos y en los labios.
—Has actuado bien en tu primera noche,
Shin Hye —le dijo con brillante entusiasmo cuando se dispusieron a salir—. Pero
mañana lo harás mucho mejor. Porque para entonces habrá corrido la voz en todo
el festival de que has vuelto y de que lo haces mejor que nunca.
Shin Hye no estaba segura de aquel
último comentario, aunque tenía que reconocer que el público se había entregado
a su música. Había estado muy nerviosa al principio, pero en seguida había
sentido el afecto de los espectadores y, a medida que aplaudían y la aclamaban
con cada canción, los nervios desaparecieron casi por completo. Ojalá pudiera
desterrar esa sensación molesta y poco tranquilizadora de que Yong Hwa estaba
cerca…
Hong Ki hablo sin parar durante todo
el trayecto de regreso al hotel, con evidente satisfacción por cómo había
transcurrido la velada. Tenía buenas razones para sentirse así. Sin su ayuda y
ánimo constante, seguramente aquella actuación nunca se habría producido. Hong
Ki había sido su apoyo emocional durante los últimos años, y siempre había
estado a su lado cuando necesitaba que le subieran su abatida moral. Sólo por
él se alegraba de que su aparición hubiera sido un éxito.
Habían optado por alojarse en un gran
hotel de estilo impersonal de las afueras de la ciudad más que en uno de los
hoteles concurridos del centro, en los que, pese a haber permanecido ausente
del mundo de la música durante tres años, podrían haberla reconocido. Ya estaba
bastante nerviosa como para tener que disimular delante de personas que tal vez
quisieran hablar con ella.
—Señorita Park —Dijo la recepcionista,
brindándole una radiante sonrisa antes de volverse para tomar la llave de la
casilla—. Por cierto, llegó un paquete para usted hace unas horas, aunque me
temo que ya había salido cuando lo recibimos…
Shin Hye empalideció cuando la mujer
se volvió y le tendió una caja alargada, envuelta en celofán y decorada con un
lazo rojo. Ya era capaz de adivinar, sólo por su aspecto, cuál era su
contenido. Una rosa roja…
—Gracias —dijo Hong Ki, y casi arrancó
la caja de manos de la recepcionista. Tomó a Shin Hye del brazo con la otra
mano y la condujo hasta el ascensor, mirándola con preocupación mientras lo
hacía.
Sus ojos parecían enormes sobre su tez
pálida.
Estaba inexpresiva, demasiado
sorprendida como para sentir nada en aquel preciso instante. Se había imaginado
que Yong Hwa estuviera entre el público, y la rosa era la prueba.
Siempre, años antes, en la noche de su
actuación, Yong Hwa hacía que le llevaran una rosa roja a su camerino. Como
había hecho aquella tarde… ¡Sabía dónde se alojaba! En su rostro se reflejó el
pánico cuando se volvió al hombre que permanecía a su lado.
—Hong Ki…
—No es nada, Shin Hye —la tranquilizó
mientras abría la puerta de la suite—. Sólo es una rosa —le dijo, y arrojó con
suavidad la caja envuelta en lazo rojo en la papelera de la sala de estar—. Y
ya nos hemos librado de ella.
Shin Hye pensó que era fácil librarse
de una flor, pero no del hombre que la había enviado. Al menos, de su recuerdo. Había pasado los últimos
tres años de su vida tratando de enterrar todos los recuerdos que tenía
de él, y el mero hecho de haberle enviado una rosa roja los había desenterrado
de golpe. Junto con el dolor que los acompañaba.
Hong Ki observó cómo se sentaba en uno
de los sillones.
—Shin Hye, no dejes que lo eche todo a
perder —dijo poniéndose en cuclillas junto a su asiento para tomar sus manos en
las suyas. Tenía los dedos fríos a pesar del relativo calor de aquella noche
otoñal—. Bien sabe Dios que ya te ha herido bastante —añadió con sombría
fiereza.
Shin Hye tragó saliva, tratando de
librarse de las náuseas que la invadían y miró a Hong Ki con ojos atormentados.
—¿Por qué estaba allí? —le preguntó
con voz ronca y suave, llena de dolor. Hong Ki le apretó las manos.
—¿Por qué está siempre donde está? —replicó
con amargura, sacudiendo la cabeza—. ¿Si no es para causar problemas?
—Pero, ¿por qué? —gimió con voz
desgarrada—. ¿Qué le he hecho para que quiera volver hacerme daño?
No había tenido noticias de Yong Hwa
en tres años, y era la primera vez que volvía a actuar en público… ¿Cómo podía
hacerle eso, después de todo lo que ya le había hecho en el pasado?
—Eso es, Shin Hye —la animó Hong Ki al
ver el brillo de furia que iluminó sus ojos—. No te entristezcas, enfádate. Ese
canalla ya te ha herido bastante como para tratar también de echar a perder tu
reaparición.
Hong Ki tenía razón, y a pesar de su
nerviosismo horas antes al reaparecer en público, también le había hecho
ilusión demostrarse a sí misma que todavía podía hacerlo. Y había podido.
Todavía quedaban dos días de festival
en los que había posibilidades de que se tropezara con Yong Hwa. Pero ya estaba
preparada para ello, aunque supiese que enfrentarse a él sería lo más difícil
que tendría que hacer en la vida.
Pero podía hacerlo. Había sobrevivido,
había superado la dificultad inicial de la actuación de aquella noche. Sin
duda, podría soportar volver a ver a Yong Hwa. Se cuadró de hombros con aire
resuelto y brindó a Hong Ki una sonrisa resplandeciente.
—¡Vamos a pedir una botella de champán
para celebrar el éxito de esta noche!
Y se puso en pie, decidida a desterrar
el desánimo que se había apoderado de ellos desde que habían visto la rosa. Hong
Ki también se incorporó, sonriente, aliviado de que Shin Hye se hubiera puesto
a la altura de las circunstancias.
—Pensé que nunca lo sugerirías.
Los dos habían hecho muy bien su
trabajo. Shin Hye lo aceptaba, consciente de que, con la preocupación de la
presencia de Yong Hwa ninguno de ellos tenía ganas de celebraciones. Pero lo habían
hecho muy bien esa noche, sin volver a mirar la caja de la rosa, Shin Hye
telefoneó al servicio de habitaciones para pedir champán.
Los pensamientos sobre Yong Hwa
podrían llegar después, cuando ya no los pudiera posponer por más tiempo. De
momento, sólo quería pensar en su triunfo de aquella noche y compartirlo con Hong
Ki.
Me gusto mucho espero suban mas capitulos pronto
ResponderEliminarMe a encantado, quiero saber que sucede -anciosa- :D
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